Las cuestiones meramente económico
financieras no deben ser el único criterio para determinar si Grecia permanecerá o no en la zona euro. Es necesario tener
en cuenta los esfuerzos de los griegos por permanecer en Europa y las penurias
económicas y sociales que sufrieron al implementar los ajustes recomendados.
Luego de la Primera Guerra Mundial,
por el Tratado de Versalles se impusieron enormes cargas a Alemania. Cargas que
ocasionaron grandes penurias y más tarde el advenimiento de ideologías extremas
y gobiernos totalitarios que desencadenaron la más tremenda tragedia del Siglo
XX. Concluida la Segunda Guerra Mundial imponer las mismas cargas hubiese
resultado impagable, por eso fue necesario reestructurar y realizar quitas a la
deuda.
A fin de evitar que otra tragedia
semejante asolara a Europa se conformó la Comunidad Europea del carbón y el
acero con el objeto de explotar conjuntamente aquellas minas de carbón y hierro
que durante décadas habían sido motivo de disputa. El acero con el que años
antes se habían fabricado armas fratricidas se empleó en adelante para
reconstruir conjuntamente a una Europa que había quedado devastada por la
guerra y así se reactivó la economía, se creó empleo y los europeos
recuperaron la esperanza.
En el centro de la construcción
europea siempre estuvo el hombre. Su objeto no fue solo una asociación
comercial en busca del beneficio económico, sino fundamentalmente asegurar la
paz y unidad de los pueblos porque solo mediante la paz se salvaguardarían los
derechos humanos y la dignidad del hombre. Dignidad que se realiza y expresa en
el trabajo, en la cultura, la filosofía, la ciencia y las artes mediante las
cuales Europa siempre ha sido un referente para la humanidad.
El tecnicismo y la implementación de
políticas económicas insensibles a las penurias que muchas veces ocasionan a
los pueblos, no deben desplazar a la dignidad humana y a los grandes ideales que
fundaron la Unión Europea. Los intereses financieros transnacionales no pueden
imponerse a la expresión democrática y decidir el destino de los países.
La ciudadanía griega se manifestó democráticamente por un límite a los ajustes y un alivio a una deuda que la ahoga. Manifestó también su voluntad de seguir
siendo parte de la construcción de una Europa que le debe filosofía, cultura y
valores. Esa expresión debe ser oída porque para avanzar en la integración se requiere de una
economía que vuelva a estar al servicio del hombre y asegure la unidad y la
paz.
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